El cielo está despejado. La salida de Hontanas es de lo más agradable del camino. Voy por una senda alejada de la pequeña carretera, a media ladera del monte.
No hay nadie por la calle. Es un verdadero placer salir de Burgos en estas condiciones. Volver a pasar por delante de la catedral aún iluminada. Pasar por sus calles vacías.
Todavía es de noche y llueve intensamente. Salgo a la puerta del albergue para ver como se alejan los peregrinos bajo la lluvia en la oscuridad. Me atrae esta imagen.
Ya son muchos días coincidiendo los mismos peregrinos en los mismos albergues y ya notamos una gran complicidad entre nosotros. Hasta ahora no hemos planeado nada.
A las 8 en punto de la mañana, abro el enorme portón del albergue de Logroño y me encuentro a Marcelino vestido de peregrino a la antigua usanza. Su imagen, con la capa cubriendo su enorme cuerpo, impresiona.
Me enfrento a la etapa más larga hasta este momento. 28 kilómetros. Arranco la jornada con respeto a la distancia pero, sobre todo, con mucha resignación. Sigue lloviendo.